jueves, 13 de marzo de 2014

Vilsalpsee


Distancia: 12 Km
Dificultad técnica: Fácil
Track: Wikiloc

Para celebrar mis 40 tacos Natalia me he regalado unos días en un hotel guapísimo, el Jungbrunn, en el espectacular valle de Tannheim, en el Tirol austriaco. Como ella está ya en el sexto mes de embarazo, nos hemos dedicado básicamente a darle gusto al cuerpo, ósea, a comer bien y a darnos masajitos y baños varios en el Spa del hotel, placeres que ambos hemos recibido con agrado.
Yo por supuesto me he llevado el GPS con varias rutas de todos los niveles, esperando ver como me encontraba el terreno y esta vez por supuesto llevaba también crampones y piolet, para que no me pasara como los dos ultimas veces.

Por suerte para nuestros ojos y por desgracia para mis grandes pretensiones, entre las que figuraba ascender al Gaishorn, una montaña con un nombre poco masculino pero con un atractivo irrefutable, ha estado nevando toda la semana sin parar. Bueno, vale, a veces paraba un rato. Así que en cuanto te salías de las pistas de esquí de fondo o de las rutas de senderismo acondicionadas, te hundías en la nieve hasta los muslos o incluso hasta la cintura. Doy fe.


Dado que abrir una trinchera de más de un metro de profundidad y 1.200 metros de desnivel solo está reservado para unos pocos superhombre entre los que, aunque no os lo creáis, no me incluyo, decidí hacer la ruta que une el pueblo de Tannheim con el lago Vilsalpsee, que aunque fácil y corta es por otro lado un recorrido bien bonito y más aún cuando la nieve lo cubre todo.

Salimos del hotel después del desayuno, ósea, sobre las 11:00 y sin más me puse a tirar fotos como un loco. Al pueblo...


A Natalia, que me acompaño un rato al principio...


A las cabañas...


A la gente que iba delante mía...


Ya sabéis, en plan domingero desbocado. Menos mal que poco a poco me fui tranquilizando y tanto mis pulsaciones como el dedo del disparador bajaron un poco el ritmo, que si no peto la memoria del móvil, fijo. Que le voy a hacer, si es que la nieve me gusta mucho, y me refiero a la que cae del cielo.

Cuando llegué al lago me lo encontré casi completamente congelado.


Salvo un par de rincones donde aun se podía uno dar un baño si le apetecía. Yo es que no llevaba el bañador, ¿ves? siempre se me olvida algo.


Esta es la panorámica desde la orilla norte del lago. (Picar para aumentar)


En esta zona hay un par de cabañas-restaurantes-tiendas que permanecen abiertas todo el año. Es increíble la cantidad de gente que había haciendo senderismo y esquí de fondo incluso entre semana.


Yo seguí caminando por el borde del lago y aunque muchas huellas de esquiadores cruzaban por encima, a mi me dio miedo hacerlo, para que voy a decir otra cosa, si solo de pensar en que el hielo se rompiera y me cayera dentro se me encogía el culo.


Y así fui caminando, con el lago helado a mi izquierda y la ladera de la montaña bien cargadita de nieve a mi derecha, menos mal que no tenía mucha inclinación y si muchos pinos que si no...


Hasta que llegué a la orilla sur del lago, donde se encuentra el Refugio Vilsalpe que, este si, no abre en invierno.


Es increíble como está esto de preparado. Los Alpes son otra historia. Por poner un ejemplo, en los Prealpes Appenzelleses, que son como la tercera parte de toda Sierra Nevada, hay 22 refugios.
Pero bueno, volvamos a donde estábamos...

Una vez llegué a la cabaña no me quedaba más camino que recorrer, pues aunque más adentro del valle hay una gran cascada que por lo visto es una pasada, este camino por desgracia estaba cortado por riesgo de avalanchas, pero al darme la vuelta y ver esto...


... pensé: "¿Como voy a volverme ya? Estoy en un sitio increíble y no se cuando voy a poder volver a disfrutar de todo esto". Pero tampoco me apetecía sentarme junto a refugio cerrado como hacía el resto de la gente, me apetecía disfrutarlo en intimidad, así que decidí avanzar un trecho por el camino que asciende al Gaishorn, aunque fuera solo un poco para ganar algunos metros de altitud y ver el valle desde otra perspectiva y a la vez conseguir esa soledad que me apetecía.


El camino en sí, por lo menos el tramo que yo recorrí, no presenta ninguna dificultad técnica, pero el esfuerzo para ir abriendo una huella que me llegaba casi hasta la cintura y la lentitud del avance hicieron que no llegara muy lejos. Solo unos 100 metros de desnivel, lo suficiente para encontrar lo que buscaba. Una nueva perspectiva del lago...


...y el placer de disfrutarlo en soledad.


La nieve caía con fuerza y el silencio era ensordecedor. Así que me quité la mochila, me senté encima   y dejé que la nieve se me fuera acumulando encima... toda una sensación. Que gustazo !!!


Lo malo es que al poco rato los pies se me empezaron a quedar fríos, y como todo el mundo sabe, no es una sensación muy agradable, así que con todo mi pesar me puse otra vez en marcha de vuelta al refugio Vilsalpe.


La nieve caía ahora con más fuerza y para nada me apetecía dar por terminado el paseo, así que decidí darle la vuelta completa al lago antes de volverme al pueblo, con tan mala suerte que cuando me acerqué a las laderas que limitan el lado Este del lago me encontré el camino cortado con una señal de riesgo de aludes.


Y aunque había una huella que seguía adelante y tentado estuve de seguirla, pensé que dejarme alcanzar por una avalancha tras saltarme deliberadamente una barrera con dos carteles bien hermosos avisando del peligro no me haría digno de un epitafio muy heroico. Así que me volví sobre mis pasos (literalmente) para recorrer el camino que me llevaría de vuelta a mi tumbona en el Spa del hotel, volviendo a pasar junto al lago...


...y por el bosque.


Hasta llegar de nuevo al Tannheim.


Si, ya se que me estoy volviendo un pisaprados sin pretensiones pero hoy por hoy mi vida familiar y laboral no me permite mucho más. Eso si, tengo la suerte de vivir en un sitio privilegiado en el que hasta un pequeño paseo de un par de horas se convierte en un festín para mis sentidos. No me puedo quejar.