miércoles, 7 de diciembre de 2016

Meilen - Einsiedeln - Meilen con la bici.


Distancia: 83,88 Km
Tiempo: 5 h 42'
Altitud máxima: 976 m
Altitud mínima: 407 m
Desnivel positivo acumulado: 1.282 m
Dificultad técnica: Fácil
Track: Wikiloc

Tras los dos días de mal tiempo que siguieron a mi (por el momento) última etapa de la Vía Alpina verde, sólo me quedaba el domingo antes de volver al trabajo, así que decidí aprovecharlo dándole a los pedales.

Cuando salí de casa no tenía muy claro hasta donde quería llegar, solo sabía que me apetecía pedalear y disfrutar del buen tiempo y de mi último día de vacaciones.


Casi sin pensarlo puse rumbo a Rapperswil. Quiero creer que porque por esa zona del lago los pueblos son más pequeños y te cruzas con menos coches, o a lo mejor fue porque alguna brujilla me mostró el camino con su escoba.


Excepto alguna cuestecica que otra, el camino es bastante llano, con lo que se hace sin mayores complicaciones y encima atraviesas pueblos bien bonitos, como Stäfa.


El lago se ve estupendo, y ya me estoy imaginando el baño que me voy a dar cuando termine.


Ahí delante puedo ver ya Rapperswil, y su puente que cruza el lago y lo divide en el Zürichsee y en el Obersee.


Como se puede ver el sol pega de lo lindo, pero por suerte el camino va salpicado de sombras que me ayudan a no tostarme demasiado.


En poco más de una hora he llegado a Rapperswil, y me para un momento a hacerle una foto a su precioso embarcadero mientras decido a donde voy.


Lo primero que se me pasa por la cabeza es darle la vuelta al lago, así que me lanzo a cruzar el puente en dirección a Pfäffikon, que está al otro lado, pero a medida que voy avanzando me apetece cada vez menos, sobre todo la parte en la que tendré que atravesar la ciudad de Zürich, con todo ese tráfico. De repente veo un cartel con una flecha a la izquierda que pone EINSIEDELN, que es un precioso pueblo de montaña en el que ya he estado en otras ocasiones, pero siempre en coche. Así que decidido, ya tengo destino.

Aquí es donde empieza la fiesta. 9 Km y 550 metros de desnivel. Menos mal que a cada pedalada aparece un nuevo paisaje que me hace disfrutar del camino aunque vaya sudando la gota gorda.


Como esta vista del lago desde el lado contrario al que estoy acostumbrado a verlo.


Parece mentira, después del día que hizo ayer, el calor que pega hoy. Menos mal que llevo agua e isotónica de sobra. De todas formas por aquí siempre hay algún sitio donde poder tomarte algo.


De pronto el paisaje cambia totalmente. Hasta ahora solo disfrutaba de las vistas del lago, que cada vez quedaba más abajo y ahora, frente a mi, se abre un sinfín de picos a cada cual más alto. Ahí empiezan los Alpes.


Aaaggggg!!! Como me gusta vivir aquí.


Al poco atravieso el río Sihl por primera vez.


Y el sonido de su agua fresca me hace sentir en contacto con la naturaleza.


Más adelante atravieso el pueblo de Egg (SZ).


Y tras unas pequeñas cuestas que ya empiezan a costarme algo de trabajo, llego al Sihlsee.


Un precioso lago de montaña a través del cual llego a mi destino, que está justo detrás de la colina que hay al otro lado.


Ya por fin en Einsiedeln, le hago una foto a su emblemático monasterio.


Y otra a mi, por supuesto, con mi cara de reventao.


Una buena Bratwurst y un Apfel Shorley para reponer energías mientras escucho un poco de música tradicional suiza de la mano de este quinteto local.


Y para abajo que todavía me quedan 42 Km de pedales por delante.

El tramo de vuelta hasta el Zürichsee me lo hago del tirón y sin apenas darme cuenta.


Pero aquí abajo, todo lo que me queda es llano, y son unos 20 Km, y estoy listo de papeles. Así que cualquier excusa es buena para parar un momento y hacer alguna foto.


Hasta que a unos 10 Km de llegar, incluso me paré unos minutos a la sombra de un árbol a terminarme el bidón de agua y tomarme un gel. Momento que aproveche para inmortalizar a mi fiel compañera de fatigas.


Que buenos momentos hemos pasado juntos, eh amiga? Y los que aún nos quedan.

jueves, 1 de diciembre de 2016

Vía Alpina. Ruta verde. Mi cuarta etapa. De Altdorf a Engelberg.


Distancia: 30,24 Km
Tiempo: 8 h 34'
Altitud máxima: 2.292 m
Altitud mínima: 457 m
Desnivel positivo acumulado: 1.943 m
Desnivel negativo acumulado: 1.412 m
Dificultad técnica: Moderada
Track: Wikiloc


Nada más salir el sol por el horizonte... yo seguía durmiendo como un lirón. 
Teniendo en cuenta que por estas latitudes, y en esta época del año a las 6:00 ya ha amanecido. Se puede decir con total tranquilidad que desperdicié alegremente las mejores y más frescas horas de la mañana puesto que hasta las nueve menos cuarto no me puse en marcha. Pero bueno, que me quiten lo dormio, ¿o era lo bailao?

El caso es que bajo un sol de justicia que calentaba hasta los 30º, pero eso si, muy descansaíco y bien desayunado, me encaminé hacia lo que tenía toda la pinta de ser el palizón de la jornada. 1.100 metros de desnivel en apenas 5 Km.


Con este cielo azul inmaculado me costaba creer que por la tarde se esperara tormenta, así como mal tiempo para los próximos dos días. 


Al poco de empezar a subir pude disfrutar de esta buena perspectiva del valle por el que ayer llegué a Altdorf.


Y un poco más hacia la izquierda se puede apreciar una pequeña parte del Vierwaldstättersee. Un espectacular lago que también comparte la ciudad de Lucerna. De los grandes lagos de Suiza el más bonito según mi humilde opinión.


La ladera por la que voy subiendo se presenta en ocasiones tan inclinada que me da la sensación de que como me caiga no voy a parar de rodar hasta que llegue otra vez al valle.


A las dos horas de empezar a subir, y cuando ya casi me había bebido toda el agua que llevaba. Sudando como un pollo en el asador y realmente cansado, llegué a donde se suponía que había un sitio llamado Brüsti donde podría comer y beber. Y me lo encontré cerrado. Bueno, no pintaba bien la mañana. Casi sin agua y con el sol tostándome el cogote. Por suerte, y tengo que admitir que tengo una flor en el culo, al poco me encontré una familia hippie que me llenaron el kamelback de agua y me dieron de beber toda la que quise y de hecho hasta me invitaron a un café. Quise agradecérselo con dinero, pero por supuesto se negaron a aceptarlo.

No puedo decir que es lo que mejor me vino, si el agua, la hospitalidad que me mostraron o ver a su preciosa hijita que correteaba por ahí, descalza, jugando con todo lo que encontraba y que tanto me recordó a los míos. De verdad que fue un rato muy agradable el que eché con esta buena gente.


Pero las piernas piden movimiento, y si por mi fuera se lo daría cada día de mi vida. Así que tocaba seguir descubriendo cosas, como por ejemplo el primer vistazo al collado que tendría que superar y que suponía el punto más alto de la jornada. El Surenenpass de 2.282 metros de altura.


Hasta el me llevaría un precioso camino por verdes prados...


... junto al Brunnistock, un estético pico de 2.952 metros, que custodia el paso de montaña por la derecha.


En la parte más alta del recorrido puedo notar el cansancio en las piernas, no solo el de la jornada de hoy, sino también el acumulado de los últimos días. Pero el espectáculo es tan bonito, y me llena tanto, que bien merece la pena  el precio que con gusto pago. Tanto si miro de donde vengo...


... como hacia donde voy.


Tan cerca como parece a primera vista y tan lejos en realidad. Me costó de verdad un gran esfuerzo superarlo, incluso tengo alguna foto de mi cara de reventao, pero no las pongo no por vanidad, que también, sino por si el día de mañana alguno de mis hijos decide gastar en leer este blog algunas valiosas horas de sus, seguro, ajetreadas vidas, no causarles un trauma con esas dantescas imágenes.


Cual no sería mi sorpresa y asombro cuando, ya llegando a lo más alto, veo uno que baja en una MTB y yo, que también le doy a la bici pero a lo dominguero, me aparto del camino y le dejo pasar mirándolo con la boca abierta en una mezcla de admiración y envidia.


Tras este paréntesis sigo a lo mío, que es caminar, que el final de la subida ya está cerca.


Y tras recobrar un poco la compostura me hago el selfi de rigor.


Las vistas hacia el otro valle son un lujo, con el Titlis de 3.283m dominando el paisaje. 


Excepto los primeros metros que son bastante empinados, el resto de la bajada se hace muy cómoda.


Atravesando un amplio valle alpino que me hace sentir muy pequeño.


Y pasando de vez en cuando junto a algún Gasthaus que ofrece la posibilidad de tomar algo.


A medida que voy perdiendo altura la vegetación va cambiando


Y la montaña me premia con los regalos que guarda escondidos para los que quieren pasar tiempo con ella.


Y tiene un montón.


Ya en la parte baja del valle me encuentro con un caudaloso río de montaña al que acompaño durante algunos kilómetros.


Y que va custodiado por unos enorme paredones que el hielo de unos glaciares ya extintos tallaron hace miles de años.


En definitiva una bajada muy disfrutona después de la dura subida...


...que me llevaría hasta Engelberg,


Donde me habría alojado en alguno de las muchos y bonitos hoteles que ofrece, si no fuera porque el tiempo para los próximos días iba a ser muy malo y ya me había llovido suficiente estas vacaciones. Además, solo tenía que mirar al cielo para ver lo que se avecinaba.


Así que me dirigí directamente a la estación de tren para volverme a casa, atravesando esta bonita ciudad que recomiendo a todo el mundo que visite.



El viaje de vuelta se hizo largo. Un tren de Engelberg a Lucerna, otro a Zürich y otro hasta Meilen a donde llegué ya entrada la noche y lloviendo a mares. Pero no fui solo, sino acompañado por unos sentimientos muy difíciles de explicar, que consistían en una mezcla de enorme tristeza porque mis vacaciones se acababan y tenía que despedirme de todo esto hasta quien sabe cuando y de una alegría igual o mayor por haber tenido la oportunidad de disfrutarlo.